Azucena
Los nombres tienen un destino, no podría ser de otra forma y terminó por confirmármelo Azucena, delgada ella, enjuta, frágil, con su rostro que reclamaba depilación a gritos.
Podía verla aunque sin saber a ciencia cierta porqué, caminando hacia la iglesia, e imaginaba que iba, claro, todos los dias.
Asistí involuntariamente al que creo fue, su primer acto de independencia.
Un reclamo justo, cuya mesurada respuesta dejaba entrever que estaba contestando en ese momento, a viejas y recientes injusticias.
Estaba allí, disfrutando de su elección como una niña esa señora de la casa, muy de la casa donde la sociedad y las buenas costumbres la habían confinado o condenado hacia mucho tiempo.
Fue cuando seleccionaba su primer anteojo (aunque debió haberlos usado desde hacia al menos 20 años) cuando le espetó al marido: "Quiero lo mejor. Estuve ahorrando de mi jubilación para esto."
Tiendo a pensar que fue su primera rebeldía y para entonces tenia ya, 65 años.

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